Como todos los años por estas fechas que, para muchos es
sinónimo de vuelta a la cotidianidad e inicio de proyectos,
he vuelto a alquilar “El Club de los poetas muertos”. Os
preguntaréis porqué es imprescindible este film cuando
comienza el curso. Veréis, es una necesidad que nace de
mis últimos años de estudiante, interna en un colegio del
medio Oeste. Por mi timidez adolescente, cada septiembre
llegaba al retiro educativo con la sensación de ser “la nueva”
de clase, como el apocado Todd Anderson llegando a Weaton.
Pero este año mi ceremonia anual fue algo diferente y,
sobretodo, muy especial acompañada de Elvis Goodman.
Pensaba que sería una velada tranquila, compartiendo
unos deliciosos gin tonics de Seagrams Original, viendo
una de mis películas favoritas y, tal vez, leyendo después
algo de Whitman. Pero Elvis es siempre una caja de
gratas sorpresas. Mientras el alumnado coreaba “Oh
Capitán, mi capitán”, Elvis agarró mi mano y, esperando
a que finalizara el último título de crédito, preguntó
tímidamente si me apetecería pasar un fin de semana
con él en Boston. “Iremos al lago Walden, donde Thoureau
escribió los versos que tanto te han gustado de la peli”.
Así que aquí me tenéis: haciendo la maleta de nuevo para
otra escapadita, mientras escucho Para Elisa y saboreo mi
Seagram´s con tónica y una rodajita de limón. ¿Y porqué
Para Elisa? Porque es el tema principal de Love Story, el
film en el que una joven estudiante de Radcliff enamora
al popular heredero de una prestigiosa familia de
licenciados de Harvard, siendo Boston el escenario de fondo.
